12 mayo 1996

Homilia pronunciada en ocasión del XXXV aniversario de la Fundación de la Hermandad del Maestrazgo

Ulldecona Han transcurrido casi dos milenios desde que Escipión el Africano se defendiera de viles acusaciones con encendido y altivo verbo. Leemos en la Historia romana de Tito Livio: "Tal día como hoy, tribunos de la plebe, ciudadanos, sostuve un combate en África y vencí a Aníbal y a los cartagineses. Del mismo modo que es justo abandonar hoy procesos y querellas, yo iré a saludar a la bondad y a la grandeza de Júpiter, a Juno, a Minerva y a los otros dioses que protegen el Capitolio y la ciudadela. Excelentísimos señores, carísimos correligionarios, querido don Ramón: Dos siglos después la escena parece repetirse. Otro Escipión, otro aniversario, otros tribunos, otro saludo, otro dios, otra Juno, otro Capitolio, otra ciudadela, pero parecida escena. Escipión, vencedor de Aníbal, invita a los romanos a rendir culto a los dioses que protegen a Roma y a su ciudadela en el aniversario de su victoria. Otro Escipión. No es africano, sino del Maestrazgo. Tigre vencedor en cientos de lides. Ochenta años de lucha. Cincuenta de caudillo. Recuerda hoy como el corajudo Zamanillo le invistiera de autoridad en la Comunión Tradicionalista. Otro aniversario. El trigésimo quinto de la fundación de la Hermandad del Maestrazgo. Sin duda alguna la mayor de las victorias del Africano. Treinta y cinco años sin bajar ni mudar el pabellón contra tirios y troyanos. Otros tribunos. Los miembros y fundadores, acompañados de numerosos amigos. Otro saludo. No simples alabanzas, ni sacrificios hechos por hombres, sino el verdadero "Sacrificium laudis" por el que Cristo se ofrece al Padre muriendo en la Cruz y se hace real y físicamente presente sobre el altar. Otro dios. No el falso, obra de la creatura, sino el único, Creador de todo y solo camino de salvación. Otra Juno. No la diosa, sino la Madre de Dios, la Santísima Virgen, Refugio de los pecadores, excelsa patrona de esta villa de Ulldecona. Otro Capitolio. No la Roma pagana, sino la Sagrada Causa, a la que hemos entregado nuestras vidas, el Reinado social de Cristo. Otra ciudadela. No la edificación material, sino esta Hermandad, valedora y adalid de nuestros ideales. Circunstancias distintas, pero misma escena. Perfecta analogía. Dispongámonos a repetir la Historia, a pisar sobre indelebles huellas. Uniéndonos a la bienaventurada Virgen de la Piedad y al sacrificio de Cristo, ofrezcamos a Dios nuestra acción de gracias por la victoria de estos aniversarios, alabémosle por su grandeza y bondad, imploremos su perdón por nuestras mezquindades y, cuando arrodillados veáis la Hostia, la Sagrada e Inmaculada Hostia, alzarse sobre vuestras cabezas, pedidle a Cristo crucificado por las almas de quienes a lo largo de estos treinta y cinco años nos han dejado, por quienes se han declarado nuestros enemigos, por el triunfo de nuestra Causa, por nuestra Patria, por nuestro Rey, por nuestro amigo Ramón, y por nuestra perseverancia y, cuando veáis elevarse el Sagrado Cáliz, recordad -con Menéndez Pelayo- que "aunque el mundo vuelva sus espaldas a la Cruz, la sangre del Calvario continuará cayendo gota a gota sobre la humanidad".

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