26 noviembre 2000

LA PRENSA DEL CORAZÓN Y DE LAS VÍSCERAS

Nada mejor para empezar esta columna que que manifestar mi alegria por el hecho de que aparezca una nueva publicacion. No hay duda de que para cualquiera es deseable que aparezca una revista que contribuye a enriquecer el debate ciudadano. Ademas, parece que esta va a favorecer desde su inicio la libertad de expresion y el derecho a la informacion con toda libertad, sin compromisos inconfesables. Personalmente me ilusiona el poder expresarme sin censura.
Aprovechando esta ocasion que se me brinda, me gustaria exponer algunos criterios acerca de la etica de lo que se da en llamar el mundo del corazon (como si hubiese “mundos” politicos, economicos, artisticos, etc., pero no se puede luchar contra el uso, que es el arbitro de la lengua). Como no creo que puede acabar lo que tengo que decir en el espacio que me han asignado, espero que la semana proxima me recibiran de nuevo para finalizar.
Mucho se discute en las tertulias –en los medios de comunicacion o fuera de ellos- acerca de los famosos y de la prensa del corazon, pero siempre desde visiones parciales, interesadas, desinformadas o pasionales. Se impone una critica rigurosa desde la etica y el derecho.
Cualquier analista de la naturaleza humana descubre que el Hombre (“homo” y no “vir”) ha sido creado con una enorme sed de conocimiento. El hombre esta a la busqueda de la Verdad, del saber. Por ello me preocupa mucho cuando veo a jovenes –y no tan jovenes- que solo estan interesados en disfrutar y a los que poco les preocupa aprender cosas. Sin embargo, hasta el mas cretino quiere saber algo.
El hombre, por otra parte, pervierte muchas veces sus finalidades. Asi, en lugar de buscar el saber de lo que resulta enriquecedor para el, prefiere ocuparse de saberes inutiles. Y muchas veces se prefiere saber si el vecino se pelea con su mujer antes que de quien era Pasteur. Se prefiere conocer los detalles sin importancia de la vida de los demas al conocimiento de la Ciencia o de la Historia.
Otra de las caracteristicas del hombre es la capacidad de comunicacion. El hombre esta destinado a vivir en sociedad y ello solo es posible si se comunica. La sociedad se basa en la comunicacion. De otro modo, seria imposible organizarla. Pero tambien en este ambito puede haber perversiones. La comunicacion es muchas veces de cosas inutiles –cotilleos- o se realiza con propositos destructores –calumnias-.
La prensa y los medios audiovisuales tienden a la satisfaccion de las dos necesidades, del conocimiento y de la comunicacion.
Todo esto esta muy bien –se me dira- pero, ?es verdaderamente tan malo que queramos conocer y comunicar los chismes? Creo que tambien hay que ser comprensivo con la naturaleza humana. El hombre necesita del esparcimiento y del sueno. Es perfectamente licito divertirse y sonar. No lo es el pensar solo en divertirse o vivir fuera de la realidad, pero si hacerlo de vez en cuando. Con ello se impulsa la creatividad. Obviamente esta necesidad puede satisfacerse, por ejemplo, con el arte. Pero tambien el “cotilleo” tiene su espacio. Y la prensa rosa ayuda a tal proposito. Por tanto, su existencia resulta legitima. Sin embargo, para que se mantenga dentro del terreno de la legitimidad conviene analizar sus limites, pero para ello es preciso antes conocerla.
La funcion que ahora cumple la prensa de “cotilleo” la desempenaban en tiempos anteriores el foro o la plaza del pueblo y la propia literatura. Cualquier aficionado a la literatura vera en las francesas “Cronicas del ojo de buey” una prensa rosa “avant la lettre”. Los primeros periodicos que aparecieron no se ocupaban directamente del cotilleo, pero si de la vida social. Y es que resulta muy dificil marcar los limites entre la prensa convencional y la rosa. Es muy facil afirmar que el bombardeo de posiciones palestinas pertenece a la primera y que la boda de mi admirada Nuria Roca pertenece a la segunda. Pero la caida de un ministro por su relacion con una bailarina no sabriamos donde colocarla.
Este es solo el primero de los problemas que nos plantea la prensa del corazon. Si Dios quiere, y el director lo permite, veremos otros.


Evolución de la prensa rosa a la prensa del corazón

Resultaría muy curioso –y quizá más adelante lo hagamos- explicar el porqué de los distintos colores atribuidos a los diferentes géneros de prensa. La cuestión que aquí nos interesa es que la prensa de sociedad fue adjetivada como “rosa”. Cuando vemos las cosas “de color de rosa” es porque todo es maravilloso. Y así es cómo se veían en su inicio las cosas a través de la prensa de sociedad. El objeto de ésta eran los bailes, las ceremonias y todos los aspectos más deslumbrantes de la vida social. Obviamente existían las desgracias y las calamidades, pero esa prensa procuraba entretenimiento y hacía soñar a sus lectores, que a buen seguro no podían disfrutar de la “douceur de vivre”. Los asuntos escabrosos quedaban relegados a otro tipo de publicaciones. ¿Se acuerdan Vds. de “El Caso”?
Sin embargo, en la actualidad difícilmente podríamos calificar a esa prensa de “rosa”. La prensa ha ido sufriendo una evolución de consuno con la sociedad. Las influencias recíprocas entre la prensa de sociedad y la sociedad tendrían que ser objeto de una tesis doctoral. Apuntaremos aquí sólo algunas ideas.
Muchos se mofaron de San Pío X y de los Papas que criticaban el “americanismo”, pero ¡cuanta razón tenían! Seguro que a Vds., como a mi, les gustan muchísimo las viejas películas de Hollywood. Recientemente he leído un voluminoso libro sobre la cruzada moral en el cine americano. La producción cinematográfica estaba sometida a un rígido código ético. Todavía hoy quedan rastros de él en América y así ocurre con frecuencia que algunas escenas de películas tienen dos versiones: una para América, donde aún persisten algunos criterios morales, y otra para Europa, donde aquéllos han desaparecido. Y dentro de Europa, España ostenta el dudoso honor de ser uno de los países donde todo está permitido. Así, es curioso ver cómo países como el Reino Unido o Francia están discutiendo gravemente acerca de la legalización de cierto tipo de pornografía que en España es perfectamente asequible desde hace ya varios años.
Pues bien, aquellas antiguas películas tan amadas, protagonizadas por actores tan admirados, modificaron en las mentalidades valores hasta entonces indiscutibles, como denunciaba el Papa sastre. Cuando el divorciarse resultaba algo impensable, nos reíamos viendo cómo en “Historia de Filadelfia” la protagonista, después de haber roto con su prometido a causa de una borrachera, decidía en el último minuto volver a casarse con el marido del que se había divorciado. Disfrutamos de tantas películas que fueron cambiando poco a poco los valores de la sociedad. Después la legislación se adaptó a lo que paulatinamente se iba considerando como aceptable.
Asimismo la prensa rosa –los “Spy magazine” de la época, por seguir con el ejemplo cinematográfico- empezó a aumentar las páginas que dedicaba a los galanes de las pantallas y a sus mutaciones sentimentales. La prensa pasó de “rosa” a prensa del “corazón”, pues éste es el órgano del cuerpo humano con el que simbólicamente se asocia el amor. Pero la prensa recogía no sólo los amores, sino también los desamores y los divorcios. Eso sí, se recogía todo con elegancia. No se buscaba el escándalo ni la exposición de lo sórdido. Se mantenía el “estilo rosa”, aunque la realidad no fuese ya de este color. En muchas ocasiones he tenido que indicar a padres preocupados por la depravación de los cantantes de rock o de otros ídolos de sus hijos (sirva de ejemplo Gloria Trevi, procesada por corrupción de menores o los grupos de música satánica), que tampoco los artistas a los que ellos admiraron eran inmaculados, aunque la mayor parte de la obscura realidad no era publicada y la parte que lo era se presentaba de un modo “muy elegante”. Sin duda la prensa y en especial la del corazón tienen una importante responsabilidad en el cambio de los valores de la sociedad.
Un crítico de cine me contó en una ocasión cuál era, según él, la diferencia entre las tres últimas generaciones. Los abuelos creían en unos valores y actuaban de acuerdo con ellos. Los padres no creían en esos valores pero actuaban de acuerdo con ellos por el qué dirán. Los jóvenes no creen en los valores y actúan prescindiendo de ellos, ufanándose de sinceridad. Esa misma evolución se ha producido en la prensa del corazón. Éste es el órgano no sólo del amor, sino de la pasión en general. También el dolor, las desgracias familiares, los celos, las infidelidades empezaron a ser tratadas en la prensa del corazón. Y ésta ya no sólo pretendió entretener por medio de la presentación de imágenes maravillosas sino saciar una curiosidad cada vez más malsana por medio de los escándalos y las desgracias.
En una fase ulterior la prensa del corazón se convirtió en prensa “de los famosos”, pero esto lo veremos la próxima semana, si Dios quiere.


Evolución de la prensa del corazón a la prensa de los famosos

La prensa a la que nos referimos ya no puede ser definida como “rosa” ni como “del corazón”. Lo que la define actualmente es su objeto, los famosos.
Es frecuente que algunos comentaristas con absurdas pretensiones intelectuales establezcan una diferencia entre los “famosos” y los “populares”. Por más vueltas que se le dé no es fácil saber quiénes son los buenos y quiénes los malos, porque a veces son muy queridos o populares personajes absolutamente estúpidos y zánganos y se puede ser famoso por inventar la radio o por quemar una ciudad. Las revistas no hacen distinción: se ocupan de los conocidos.
Los categoría de personajes de los que se ocupa este tipo de prensa ha variado con la modificación de la sociedad. Como ya se dijo, antiguamente se pretendía mostrar lo más brillante de la vida social, por lo que los personajes con importancia social y medios económicos, los monarcas, aristócratas y algunos políticos e industriales –que intentaban rápidamente ennoblecerse- eran los personajes favoritos. Pero las formas políticas y los valores cambiaron. Así cada vez se dio más importancia a una categoría profesional que tradicionalmente había estado marginada, la artística. Hoy llama la atención el leer viejas crónicas en las que se refiere cómo en París las limosnas de los actores para obras pías eran aceptadas a pesar de que ellos estaban muy mal considerados o cómo hasta hace muy poco tenían prohibido alojarse en ciertos hoteles. La moralidad de los artistas, debido al tipo de vida bohemia y algo promiscuo que llevaban, fue históricamente muy criticada. Pero, a medida que también la moralidad de la sociedad varió, éstos fueron mejor aceptados y la prensa empezó a ocuparse no sólo de su trabajo, sino también de su vida privada.
Con los cambios políticos también desapareció la influencia de la aristocracia y sólo algunos de sus miembros han permanecido como objeto de la prensa del corazón. La presencia de las monarquías en la prensa resulta bastante contradictoria. Por una parte la monarquía se encuentra desposeída de la mayor parte de su poder y la presión de los medios de comunicación social en nuestros días es en favor de la austeridad. Así los políticos y la prensa han hecho desaparecer títulos y formas protocolarias calificándolas de anticuadas. Los viejos poderes –la Iglesia, la Monarquía, el Ejército,...- se encuentran atemorizados ante la posibilidad de que la opinión pública pueda acusarles de ser rancios. Sin embargo, por otra parte la prensa del corazón no duda en mostrar en todo su esplendor las maravillosas casas de los artistas o de los nuevos ricos. Ahí parece que el lujo y la ostentación ya no resultan insultantes a la mentalidad moderna. Obviamente, detrás de ello se esconde una opción política. No obstante, los medios de comunicación tienen que doblegarse a la natural fascinación que las monarquías ejercen. Las bodas, aniversarios y otras celebraciones de los monarcas o de sus familias levantan la mayor expectación. Piénsese sólo en el aniversario de la reina madre el pasado agosto.
Hasta hace muy poco podría decirse que los personajes objeto de la prensa del corazón lo eran porque tenían algún poder social, desempeñaban una profesión de relevancia pública, destacaban por su elegancia o se encontraban familiarmente unidos a cualquiera de ellos. Precisamente en esta última categoría se da la evolución.
La aristocracia está formada por los descendientes de aquellos que en su momento realizaron alguna contribución importante a la sociedad. Así la fama que le hace objeto de la prensa del corazón es heredada. Por otra parte la familia, embrión de la sociedad, se convierte en objeto de la prensa del corazón por encontrarse sus miembros unidos por importante vínculo.
Al mismo tiempo que ha cambiado la sociedad, han variado también los personajes de las revistas del colorín. Antes se hablaba de la cónyuge o de la prometida de un cantante, después se empezó a hablar de la segunda o posteriores esposas, después de la madre de su hijo, a continuación de la pareja con la que cohabitaba, después de los rollos o ligues más o menos serios, finalmente de la furcia con quien ha compartido cama una noche o realizado alguna extraña perversión sexual y, como broche, de la golfilla candidata a famosa sin oficio que se echa unas fotos con un famoso y se inventa cualquier historia espeluznante.
Con éstas últimas se inventa la fama por roce y como rozar es tan fácil ya tienen ahí una cantera para crear famosos de un día para otro.


La Iglesia y la prensa del corazón

Me permito tratar de la Iglesia y de la prensa del corazón por mi propia condición y porque seguramente a nadie se le habrá ocurrido reflexionar sobre ello.
No hay duda de que en muchos aspectos la Iglesia ha cambiado, como lo ha hecho su lugar en la sociedad. Durante siglos la Iglesia ha sido protagonista –muchas veces antagonista- de la Historia, con lo que su estructura y organización se han visto afectadas, y ha llegado a impregnar muchos ámbitos sociales. La importancia de la Iglesia y su doctrina en la configuración social han sido determinantes. Así, no es de extrañar la presencia de la Iglesia en la Corte, la política y los medios de comunicación, ... En el aspecto protocolario la importancia de los eclesiásticos fue enorme. La pérdida de influencia de la Iglesia en la sociedad, por causas externas e internas, ha supuesto su marginación en muchos ámbitos. Los eclesiásticos participaban en las grandes recepciones de la Corte o –más recientemente- acudían a bendecir cada obra pública que era finalizada. La Iglesia estaba presente en la vida de todos, tanto en las manifestaciones privadas como en las públicas. Con el advenimiento de nuevas ideologías, a la par que la aristocracia, la Iglesia ha disminuido casi completamente su influencia. Sólo un ejemplo. En el Protocolo general del Estado se consideró que, en una sociedad aconfesional –a la que algunos desacertadamente llaman laica-, los eclesiásticos son simples ciudadanos. Así se llega al ridículo de que en un acto público un Cardenal, príncipe de la Iglesia, no tiene derecho a un lugar. Para solucionar el despropósito se tuvo que poner un parche por medio de una circular que no acaba de dar a los eclesiásticos el lugar que tradicionalmente les corresponde. Podrá objetarse que el actual desaliño de muchos prelados les hace incapaces de participar brillantemente en un acto social. Es verdad. La Iglesia, ciertamente presionada para permanecer en las sacristías u ocupándose en obras de caridad con el objeto de disminuir su influencia social, se ha culpablemente marginado al no asistir sus ministros a los actos sociales, al haber prescindido de los hábitos y al haber suprimido toda la pompa que rodeaba su actividad y liturgia. Las ceremonias son vulgares, los eclesiásticos no van a actos públicos y si van llevan una pinta... por lo que es difícil que se ocupen de ellos las revistas del corazón. Al igual que lo ha hecho la aristocracia, la Iglesia podría haber salvado una presencia reducida pero testimonial en la prensa del corazón.
También existe culpa por la otra parte. A este propósito les contaré una anécdota. Hace años un servidor colaboraba en una prestigiosa publicación extranjera dedicada a la vida social y a la aristocracia. Recordando los no muy lejanos tiempos en que la revista de información general americana “Life” dedicaba una quincena de páginas a mostrar las fotografías de un desfile de cardenales vestidos con armiño y enormes capas púrpuras que se acercaban a besar el calzado de Juan XXIII en su trono, coronado con la tiara pontificia, propuso a la redactora jefe realizar un reportaje a un cardenal, al fin y al cabo también príncipe del Estado de la Ciudad del Vaticano. La redactora, mujer cultísima y refinada, arguyó que actualmente la Iglesia, al haberse privado de todo su boato, carecía de interés para una revista “rosa”. La réplica fue rápida: “se trataría de un cardenal que aún usa zapatos de tacón rojo con hebilla de plata y capa púrpura de doce metros”. Al final tuvo que confesar que lo que no interesaba hoy en día era la Iglesia en tal género de publicación. ¿Se han dado cuenta de que eclesiásticos aparecen hoy en día en este tipo de revistas? Se lo diré: el Sumo Pontífice, pero no a causa de la altísima dignidad que ostenta ni de sus galas, sino por las enormes multitudes que congrega, es decir, como si se tratara de una estrella de la canción; el que bautiza o casa a algún famoso, la mayoría de las veces de espalda o parcialmente y sin citarle, a causa del famoso que es noticia; y finalmente, de modo muy extraordinario, algún meritorio eclesiástico en una misión u obra social, no por el hecho de ser eclesiástico. Excepciones: el padre Mundina, muy raramente y habiendo obtenido su merecida fama en tiempos más propicios por su afición a la floricultura, el padre Pilón, por sus habilidades radiostésicas, el cura Lezama por sus restaurantes y el extraordinario padre Bartolomé Vicens, alma del Proyecto Hombre. A un servidor aparecer con regularidad en tal prensa le ha costado no pocas calumnias y sinsabores, pero lo más triste es que no ha aparecido debido a su condición eclesiástica, sino por su trabajo televisivo. En Italia, por ejemplo, la presencia de los eclesiásticos es mucho más común. Algunos poquísimos eclesiásticos han podido salvar los viejos tiempos en raros institutos religiosos, como capellanes de congregaciones nobiliarias, en puestos públicos a extinguir o en la carrera diplomática, pero no en la crónica de sociedad. Addio per sempre al antiguo esplendor.
Nótese que por parte de los eclesiásticos también existe una ignorancia de la prensa del corazón. Han realizado cambios inconvenientes para abrirse al mundo, pero no entienden ni comunican con la prensa del corazón. Atención especial merece el comportamiento de algunos eclesiásticos respecto de exclusivas de bodas y bautizos, pero ya hablaremos de ello más adelante.


La verdad en la prensa rosa

No hay duda de que la prensa del corazón se ha revolucionado y ha hecho lo propio con la sociedad. En estos últimos tiempos la prensa del corazón ha alcanzado una popularidad sin precedentes. Quizá el sistema liberal desprovisto de conceptos como la solidaridad o el perfeccionamiento interior, lleva a que la sociedad admire a los guapos, ricos y famosos, a los triunfadores, y no se preocupe por los necesitados ni por el propio crecimiento moral, cultural y espiritual. Lo que es un hecho es que la vida de los famosos interesa más que nunca. También, sus desgracias, con las que se ceba la envidia. La prensa, cuya razón de ser es la información, se ha convertido a menudo en simple fuente de entretenimiento cuyo único objetivo es el beneficio económico. Así, la prensa quiere producir espectáculo más que informar de la realidad. El espectáculo de los famosos interesa mucho y al fin y al cabo la información acerca de ellos no pretende la formación de una opinión pública que pueda participar en el sistema político, ni satisfacer un legítimo interés histórico, científico o cultural. Se trata de entretener. ¿Se acuerdan ustedes de las fotonovelas? Unos personajes de carne y hueso representaban una historia de ficción en fotografías y éstas se imprimían en una publicación.
La moderna tecnología permite la realidad virtual. Así nunca lleganos a saber si las imágenes que vemos en la televisión, en las que un ave muere en el mar en un charco de petróleo, se han tomado en la zona del bombardeo de los pozos petrolíferos por parte de Saddam Hussein o en otra en la que una nave ha dejado escapar toneladas de crudo. Si en las cosas serias se engaña, ¿por qué no hacerlo en las cosas de la prensa del corazón que al fin y al cabo son frivolidades cuya veracidad no determina la vida del lector? Se ha llegado a un extremo en el que resulta difícil distinguir entre información y entretenimiento. La verdad cede ante la ilusión.
La enorme popularidad de los temas de los famosos ha llevado a una proliferación de programas televisivos acerca de esta materia. El problema surge cuando existen más programas que contenidos. Es decir, cuando no hay suficientes famosos o no producen suficientes noticias como para rellenar los programas. La solución es obvia: aumentar el número de noticias o el de famosos.
Si la noticia se refiere a un hecho real y sólo unas pocas actividades de los famosos concitan el interés del público, los contenidos escasearán. La solución se encuentra en prescindir de la verdad y crear noticias más o menos verosímiles, pero más falsas que un duro sevillano. Si lo único que interesa de un famoso son sus verdaderas conquistas amorosas, es obvio que éstas son bastante limitadas, pero si se inventan, se pueden llenar horas y horas de programación. Otro día veremos la relación prensa famoso y qué son los “montajes”.
Pero un tipo especial de “montajes” son los que se realizan con el propósito de crear una nueva famosa. Si para ser famoso hubiese que hacer algo meritorio, ello llevaría tiempo: no puede aprenderse solfeo, interpretación, danza o a hablar en televisión y destacar en ello en una semana. También emparentar seriamente con algún famoso resultaría laborioso. Pero existe otra posibilidad: el montaje. Les cuento cómo funciona.
En el origen nos encontramos con uno que ejerce el oficio de lo que él entiende por periodista, aunque en muchas ocasiones no es más que un tipo armado con una cámara de fotos y desarmado de ética profesional con una enorme voracidad económica. Este individuo sabe que encontrar una noticia interesante no es fácil, que no siempre está bien pagada y que hay mucha competencia. Por otra parte para realizar una investigación profunda de un tema de actualidad o bien no tiene capacidad o bien teme que pueda traerle problemas y, sin embargo, quiere dinero. Entonces piensa que lo más fácil es dedicarse a la creación de noticias, cuanto más escandalosas mejor. No obstante, se da cuenta de que en ciertos ámbitos esto puede resultar peligroso, así que se decide por el tema “del corazón” que además está de moda. Se da cuenta también de que a muchos editores no les preocupa demasiado la veracidad de lo que publican con tal de que entretenga a los lectores. Sabe también que los escándalos relacionados con el sexo siempre interesan. Sólo le queda buscar a los personajes que lo protagonicen. Convencer a los ya famosos a veces resulta difícil, porque quizá consideren que una falsa noticia sobre su vida pueda perjudicar su carrera o porque ya están traficando con otro “periodista”.
El “asesino” o el “terrorista” –es así como se les llama en el argot- decide crear un nueva famosa y la manera más fácil de crearlo es por “roce”. Primero tiene que elegir a la que va a convertir en famosa, tarea sencillísima. Lo veremos en el próximo artículo.

¿Cómo crear una famosa de usar y tirar?

La relación prensa-famosos

(Serie de artículos para la revista “Dígame”)

Francamente, yo no sé
cómo algún lector sensato
no me pegó un puntapié
por necio y por mentecato.
(Vital Aza)

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